Porcel era un defensa infranqueable. Antonio era el amo de la banda. Diego y Juan, los gemelos, corrían como liebres y era imposible robarles el balón. Raúl metía goles con su especialidad: la bomba. Amores era un delantero al estilo Laudrup pero celebraba los goles con las mismas chilenas que Hugo Sánchez y Marco era, además de un portero imbatible, quien ponía orden en cualquier disputa infantil, era el pacificador.