Una de las máximas que he procurado no violar nunca es la de no soltar una palabra fea de alguien que alguna vez fue amigo. Es inevitable que la vida te lleve por caminos insospechados y que personas que estuvieron cerca, por voluntad o circunstancias, dejen de estarlo y surja un sentimiento incluso de agravio, que alguno de los dos se sienta decepcionado o traicionado. Pero es entonces cuando creo ha de florecer la compostura, el código personal de buenas conductas. Habitualmente ni se eligen los comienzos ni se eligen los finales. Aceptarlo tal cual puede ayudarte mucho a sortear los innumerables obstáculos de la existencia.