Las leyes que rigen el mercado han cambiado más, posiblemente, en estos últimos 5 años que en las tres pasadas décadas. De ahí ciertos desequilibrios y, a veces, incertidumbres. La manera en la que los clientes o usuarios conectan con las empresas y profesionales ha vivido una profunda metamorfosis. Hay quien no lo ve y se limita a quejarse de que su negocio está perdiendo fuelle, cuando el motivo es, seguramente, bien distinto.
Por suerte, hay otros que se percatan de ello y deciden dar un paso hacia adelante. Estos días he conocido en Sevilla a unos cuantos de esos: los que han participado en el curso que he impartido con el nombre de «El psicólogo ante los medios de comunicación. Cómo potenciar, mejorar y rentabilizar nuestra presencia mediática», organizado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Andalucía Occidental (COP-AO). Excelentes profesionales de la Psicología que desempeñan su trabajo en ámbitos tan dispares como la Universidad, la consulta privada, la Administración pública, la gestión de los recursos humanos, el coaching o la producción de libros e investigaciones de gran calado. Todos con un objetivo único: formarse en visibilidad, comunicación y marketing. Con una visión integral y transmediática. Y debo reconocer que su talla profesional, su disposición y entrega han facilitado enormemente la consecusión de los objetivos. Para mí ha sido un placer conocerles y contagiarles mi entusiasmo por los medios de comunicación, así como verles, con naturalidad y soltura, ante una cámara de televisión o frente a un folio en blanco. Sin duda, eso es lo más satisfactorio: verles difundir correctamente su mensaje. Porque hoy día, el que vale, debe saber demostrarlo.
Acabado el curso, además, dominan las habilidades necesarias para posicionar adecuadamente sus marcas en el océano de Google, lo que incrementará próximamente su cuentas de resultados. En estos tiempos, ya se sabe: o te distingues o te extingues.
¿Quieres saber más detalles sobre el curso? Solo tienes que pinchar aquí. ¿Te gustaría recibirlo en tu ciudad? Escríbenos.
No soy nada chovinista. Pienso que lo más interesante está siempre fuera y creo, además, que no es nada saludable mirarse el ombligo. Pero a la vez, soy tan sensible a la belleza que no me puedo resistir a compartir este vídeo sobre la ciudad en la que nací. Se llama «Córdoba, vida y genio» y fíjense que aunque tiene un excelente acompañamiento musical, lo más interesante es ese silencio misterioso que tan bien define a este lugar del mundo.
Bajan la persiana y, como tantas otras veces, el lenguaje procura maquillar la realidad. Nos dicen que la decisión tomada es la de «unificar las emisiones de la RTVA» pero el hecho inapelable es que desapareceCanal Sur 2, la que siempre conocimos como Canal 2 Andalucía. Ya se verá si algún día vuelve el dinero a la Administración y el gestor de turno se acuerda de que por aquí hubo una cadena autonómica de televisión de alta calidad, servicio público y prestigio nacional. Personalmente, soy muy escéptico al respecto y creo que ninguna de las dos posibilidades se dará antes de, al menos, una década. 2020. Y me da mucha rabia.
Ha habido que esperar siglos para que se acepte que el idioma español es un conjunto de normas diversas con carácter pluricéntrico. ¿Cuál es la situación de las hablas andaluzas dentro de esas modalidades? ¿Se tiene conciencia clara, dentro y fuera de Andalucía, de la identidad del andaluz? ¿Hasta dónde alcanza la proyección social del notable conocimiento que del mismo se tiene? ¿En qué medida los estereotipos y tópicos -muchos de ellos infundados- impiden u obstaculizan una valoración atinada de los usos lingüísticos por parte de los hablantes andaluces y no andaluces? Tratar de dar cabal respuesta a estas y otras muchas preguntas constituye el objetivo primordial del Curso que se propone. Además, dentro de la España plurilingüe, por razones históricas y socioeconómicas, el habla andaluza se ha venido considerando con frecuencia como un caso paradigmático de escasa aceptación social o, a lo sumo, como variedad apropiada para la gracia y el chiste, cuando, en realidad, el andaluz que puede denominarse culto es la variedad que más poderosamente puede contribuir a rebajar las tensiones y armonizar las posturas divergentes ante la convivencia de lenguas, al tiempo que sigue siendo el puente de unión entre el español peninsular, el de las Islas Canarias y el de Hispanoamérica.
DIRECTOR
Antonio Narbona Jiménez. Universidad de Sevilla
PROFESORADO
José Jesús Bustos Tovar. Universidad Complutense de Madrid
Rafael Cano Aguilar. Universidad de Sevilla.
Rocío Caravedo Barrios. Universidad de Padua.
Elena Méndez García de Paredes. Universidad de Sevilla.
Ramón Morillo-Velarde Pérez. Universidad Rey Juan Carlos.
Juan Antonio Moya Corral. Universidad de Granada.
Araceli López Serena. Universidad de Sevilla.
Del 17 al 21 de septiembre de 2012 en la Universidad Internacional de Andalucía (Sevilla).
Scheherezade, diez años después, ha sido sacrificada. Para qué negarlo: ella disfrutaba, como dijo el primer día, contando historias al sultán Shahriar –a quien procuraba entretener para no ser, como las demás vírgenes del cuento, decapitada al salir el Sol-. Pero hasta aquí ha llegado, no ha podido sobrevivir a esas mil y una noches a la que todos aspirábamos como forma simbólica de cerrar un ciclo, un capítulo, pienso que importante, en la pequeña historia de la televisión andaluza.
1001 Noches no volverá a emisión. Ha caído víctima de múltiples circunstancias adversas. Que cada uno piense lo que quiera pero el panorama televisivo, todos lo sabemos bien, nada tiene que ver ya con el de cuando empezó a emitirse. Bueno, ni la televisión ni el mundo. Este final hace acordarme irremediablemtne del principio, de aquella noche del 18 de septiembre de 2001, justo una semana después de la caída del World Trade Center, con el sonido de tambores de guerra al fondo y con la creencia, cada vez más extendida, de que todo lo oriental era sospechoso de algo terrible. Y justo en ese momento, decía, nace un programa de televisión reivindicando la vieja tradición de contar historias, pero también reclamando nuestras propias raíces: Al-Andalus, Córdoba y su Medina Azahara, sus ocho siglos de esplendor, su tolerancia, sus reyes poetas, sus músicos, sus filósofos, su olor a nardo, jazmín, azahar y limón. Y todo eso con un talante distinto: otra forma de entender la televisión, otra educación, otra elegancia. Otra forma de estar en el mundo y otra forma de ser andaluz. Porque esa Andalucía existía y existe, aunque para nuestra propia desgracia es menos visible de lo que nos gustaría. Por pura injusticia, creo.
Aquel programa, me acuerdo perfectamente, empezó con un pintor marroquí, Ben Yessef, escribiendo “Paz” en un muro del decorado. Con Carlos Colón recomendando ver la película diaria. Con Jorge Antonio Mateo, un discapacitado con parálisis cerebral, contándonos su gran historia de esfuerzo y superación (acababa de obtener el carné de conducir). Con María José Suárez, relatando lo que suponía para ella ser reina de la belleza nacional. Y con un grupo de jóvenes reflexionando y debatiendo sobre lo que para ellos era la ciudad y la urbanidad. Como ven, una alternativa a la televisión convencional, entonces marcada por el impecable éxito de Gran Hermano, Operación Triunfo y el apogeo de la telerrealidad.
Mientras todo eso se apoderaba de los gustos mayoritarios de la audiencia, 1001 Noches se encargó de ofrecer otra forma de entretenimiento. Primero, con variedades (humor, teatro, reportajes de tendencias, cine, cortometrajes, debates etc.) y luego, algunos años después, fundamentalmente con música en directo (¡!) y entrevistas en profundidad. Gracias a ese formato, la televisión pública reservaba tiempo para conocer con detalle y sin estridencias a grandes personalidades de la cultura, la ciencia, la política, el deporte… Sería imposible nombrarlos a todos, pero me vienen a la memoria algunos: Felipe González, Rocío Jurado, Miguel Ríos, Joaquín Sabina, Jesús Vázquez, Raphael, Carlos Álvarez, Jaime Urrutia, Juan Diego, Juan Pérez Mercader, Luis García Montero, Laura Sánchez, Manuel Molina, Luz Casal, Martirio, Miguel Caiceo, Pasión Vega, Pastora Soler, Pepe Navarro, Loquillo, Sancho Gracia, Victorio & Luchino, Alberto García Alix, Ana Belén, Víctor Manuel, Carlos Álvarez-Novoa, Diego El Cigala, Bebo Valdés, Fernando Guillén, Emilio Lledó, Fernando Tejero, Francisco Ayala, Iñaki Gabilondo, Javier Ruibal, Ferrán Adriá, José Sacristán, Leonor Watling, Luis Rojas Marcos, Nacho Duato, Rafael Álvarez El Brujo, Sara Baras, Adolfo Aristaráin, Alberto Cortez, José Domínguez El Cabrero, Antonio Dechent, Benito Zambrano, Fernando Trueba, Emilio Calatayud, Antonio El Pipa, Héctor Alterio, Malena Alterio, Ernesto Alterio, Manolo García, Vicente Amigo, Federico Mayor Zaragoza, José Saramago, Medina Azahara, Óscar Jaenada, Verónica Sánchez, Antonio de la Torre, Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Felipe Benítez Reyes, Clara Montes, Juan José Millás, César y Jorge Cadaval, Leo Bassi, Lila Downs, Mario Soares, Miguel Poveda, Peret, Santiago Carrillo, Shaila Dúrcal, Álvaro Pombo, Antonio Pulido, Concha Velasco, Chris Stewart, El Lebrijano, Joaquín Estefanía, José Antonio Labordeta, José López Barneo, Luis Eduardo Aute, Sara Montiel, Tico Medina, Myriam Seco, Álex O’Dogherty, Dani García, Guillermo Antiñolo, Luis Gordillo, Juanjo Puigcorbé, José Manuel Caballero Bonald, Paco Ibáñez, Sami Naïr, Verónica Forqué, Carlos Falcó, Mónica Naranjo, Luis Tosar, Pedro Guerra, Pedro Halffter, Rosa María Calaf, Sebastián Álvaro, Vega, Albert Hammond, Carlos Baute, Carlos Saura, Eduardo Mendicutti, Emilio Aragón, María Luisa Merlo, Pepe Begines… y me dejo cientos sin nombrar, pero tanto de unos como de otros, guardo un recuerdo magnífico. Para mí fue un verdadero lujo hacer y participar en 1001 Noches, que me permitió conocer a tantísima gente interesante, idearles preguntas, sacar y compartir lo mejor de ellos y en muchas ocasiones, aprender el oficio de vivir. Porque todos, fíjense bien, tienen una larga trayectoria vital y profesional repleta de méritos y reconocimientos a los que no llegaron de un día para otro, por casualidad, sino haciéndose carrera, huyendo de los caminos fáciles y las líneas rectas.
Ha sido una experiencia maravillosa y enriquecedora. Por esos invitados que marcaron mi forma de ser y ver el mundo, pero sobre todo por el equipo humano de 1001 Noches. Decenas de compañeros que cada semana ofrecían lo mejor de su trabajo en beneficio de un programa diferente, que a pesar de las críticas que ha podido recibir (con muy malas intenciones, todo sea dicho) y de los datos de audiencia (que no siempre fueron buenos pero sí muy discutibles) ha logrado el aplauso y el cariño de miles de telespectadores que cada semana nos apoyaban escogiéndonos, enviando mails, escribiendo artículos en la red… Alabando, sobre todo, el tono del espacio: en diez años jamás hubo un gesto de mala educación, una voz más alta que otra, una pregunta soez, una imagen hiriente, una falta de respeto hacia el invitado o el telespectador. Y eso, lo saben bien, no es lo habitual en la televisión de este país. Como profesional, me siento muy orgulloso de poder decirlo. Me he forjado precisamente en el programa que hubiera escogido si en su día, cuando aún era un recién licenciado en periodismo, me hubieran dado a escoger entre toda la programación. Ha sido un lujo trabajar donde he trabajado, con los contenidos que hemos ofrecido y con los compañeros que me han rodeado. De todos me llevo ahora un recuerdo imborrable. Gracias, por tanto, a quienes en su día apostaron por mí y me dieron una oportunidad. Gracias también a todos los que durante estos años han trabajado en el programa (Producción, Realización, Plató, etc…) Sería injusto nombrar unos pocos y dejar a otros fuera -sé que todos se sentirán aludidos al leer esto- pero más injusto sería aún no citar aquí a mis compañeras de Redacción: Carmen, Beatriz y Eva. Porque por encima de compenetrados compañeros hemos sido y somos amigos. Desde el primer momento y durante todos estos años hemos trabajado en sintonía, en un ambiente relajado o tenso (según las épocas) pero siempre feliz. Muy feliz. Porque hacíamos en cada momento aquello que más nos gustaba hacer. Y eso, creo, debía notarse en el resultado final.
El futuro es ahora incierto. No sabemos qué tiene reservado el destino para el mundo, la televisión y para nosotros. Pero en cualquier caso, ahora, lo afronto con una sonrisa enorme y con la satisfacción de haber dedicado 10 años de mi vida a trabajar en el programa que como telespectador no me hubiera perdido nunca. Y eso, créanme, no lo puede decir cualquiera.
Suerte. Suerte a todos los que de una forma u otra han participado en el programa. Delante o detrás de las cámaras. A este o al otro lado del teléfono. Gracias por poner su granito de arena en un programa que ha sido y será importante, al menos para mí.
Y no quiero terminar sin ponerle música a este despedida, y lo voy a hacer escogiendo la que, durante su grabación, más logró emocionarme. Se trata de una canción de Anni B Sweet con la quiero también agradecer a todos los músicos y cantantes (representantes incluidos) que dejaron en el programa la gran huella del Arte. Amigos y compañeros, nos volveremos a ver en algún rincón de la televisión, porque la buena televisión existe. Lo hemos demostrado. Hasta siempre. Salud.
Aquella estampa -Antonio Ramos recibiendo de Manuel Chaves la Medalla de Andalucía- ponía punto y final a una época. A una época marcada por un estilo de hacer periodismo, más sencillo, natural y humano. Un periodismo dominado por la libreta y la plumilla, sí, casi como ahora, pero con el rasgo definitorio de querer cambiar el mundo. Y no sólo de contarlo o venderlo.