Me alegra comprobar que esta fotografía, que compartí hace unos días vía Facebook con todos mis amigos, ha recibido decenas de aprobaciones a modo de «me gusta», esa clasificación que a veces nos obliga a marcar esos comentarios o noticias que realmente despiertan en nosotros auténtica reprobación, porque a este red social aún no se le ha ocurrido una posible etiqueta de «Lo detesto», «Lo denuncio» o similar, vaya que al final, lo extaño sea estar de acuerdo y montemos, por lo más insignificante, una verdadera revolución. A esta gente igual no le gusta que la maquinita sirva para señalar con el dedo, aunque visto lo visto…
Pero no quiero desviarme. Lo que venía a decir es que siento verdadera satisfacción que podamos ilusionarnos, después de este invierno atípico y frío (no lo digo solo por las bajas temperaturas) con la llegada de los primeros brotes de la primavera, que vienen a recordarnos lo que hemos llegado a olvidar: que por aquí o por allá la vida vuelve a resurgir, como gas que logra escapar por alguna rejilla cuando parece que el único destino posible es la explosión.
La primavera viene a salvarnos otro año más.