Reencontrarme anoche con el Cabrero fue grato y conveniente. Hablamos del campo, de las cabras, Brel, Brassens, Alberto Cortez (por quien él siente verdadera admiración), Morente (cambié de tema para no discutir con el respetable) y también de la conciencia: «Hay que tener la conciencia más agarrada a ti que tu sombra, porque la sombra, a última hora de la tarde es inmensa, pero un rato después se esfuma con el Sol». Y me cantó -¡sólo para mí!- tangos del nuevo disco que anda preparando así como de Sin remache, uno de los cuales es una de mis canciones favoritas de todos los tiempos, Mano a mano. La ha cantado desde Gardel a Calamaro pero yo sinceramente me quedo, como he dicho siempre, con la interpretación del propio Cabrero. Quedan muy pocos cantantes con hondura, le decía, y me replicaba que no sólo cantantes, «la frivolidad lo invade todo, hasta el estómago de los que cantan». Pero algún día seremos como cabras: inquietos, briosos y hasta desobedientes.